jueves, 13 de marzo de 2014

Una historia no tan cuerda, pero siempre nuestra.


Dos extraños, dos almas libres, que desde el mismo día que se encontraron no se separaron.


Una cita a ciegas, cómo sería, cómo debía actuar, todo era tan confuso, nunca había hecho eso, aunque me invadía los nervios acudí, llegué y lo vi, no recuerdo los temas en nuestra conversación, sólo recuerdo aquel vino que ambos pedimos, me hacía reír a cada instante. Empecé a conocerlo mientras pasaban los días, es ahí, cuando me di cuenta que fue la mejor locura que había hecho en mi vida.

Esa noche, esa película, donde el final y comienzo fue un beso, tome su mano para que desde ese día no me soltara, con una sonrisa en mi rostro que desde ese momento empezó a pertenecerle, quería que se detuviera el tiempo para que su mirada nunca se apartara de mí.

Sus abrazos se convirtieron en mi refugio, en mi lugar preferido,  sus besos con sabor a vino que se tornaron en un vicio, no existían  promesas pero  si sentimientos.  

Cuando  espera por verme, alcanzo a observarlo y camino hacia él, los nervios me invaden y mi corazón empieza a latir sin control, como si fuera la primera vez que lo veo, pero él no lo sabe. Cuando acaricia mi cabello, me mira fijamente, finalizando  con un “te quiero”, lo beso y a la vez sonrío, como la persona más feliz de este mundo, necesitando sólo a él y su querer, los detalles de su rostro son algo sublime, como aquellas pinturas con magia que hipnotizan, no puedes dejar de verlas, siempre que las observes otra vez descubres algo nuevo y hermoso.


Su manera de hacerme reír, no importa si fue un mal día, mientras sonría al mirarme todo estará bien. Quisiera hablarles de su sonrisa, de esas pequeñas arrugas que se forman por alegrarse, que me deja sin palabras al verla, no permitiría que la borren, me siento afortunada por haberla descubierto, por ser parte de ella cada día. Y si lees esto: Aunque no recuerdes fechas, aunque el romanticismo no sea lo tuyo, estaré yo, recordándote cada detalle, cada fecha, cada aventura que vivamos, y cuanto te quiero, cada letra de esta historia que se sigue escribiendo te pertenece; ha sido un viaje sin rumbo pero paradisíaco, seguiremos caminando sin importar a donde, y continuaré junto a ti sin soltar tu mano. De esta manera empezamos a escribir una historia no tan cuerda, pero siempre nuestra…

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