Se acercó y
acarició mi mejilla, la cual empezó a tomar un color rosáceo, con una mirada de
absoluta felicidad, mientras mis manos temblaban, mis ojos no paraban de verlo
con admiración, en la esquina de mi boca poco a poco apareció una sonrisa sólo
para él. Lentamente sus dedos acariciaron mi cabello, que brillaba con la luz
del sol de esa tarde. Cada risa era una melodía, él no quería perderse el final
de esa canción.
Al llegar la noche el diluvio nos alcanzó, nos convertimos en dos niños riendo, disfrutando cada gota de lluvia como si fuera la primera vez que nos mojásemos, compramos una sombrilla que cubría nuestras intenciones difusas; él intentaba abrazarme confundido entre timidez y miedo, lo sentí al arrimarme a él. Pero cómo
decirle que me gusta, cómo decirle que se quede, cómo decirle que me abrace, que no me suelte; cómo decirle que estoy confundida, que no sé si quedarme o
correr, si tomar su mano o reír de nervios.
Mientras estuvimos caminando escuché su risa singular, al reír llevó sus manos a la boca; supuse lo hacía por nervios, me fijé en sus ojos sin quitarle la mirada, en donde busqué respuestas; su cabello castaño, su figura tan delgada que parecía llevárselo el viento. Tan misterioso y dulce a la vez. Colocó su brazo sobre mi
hombro tratando de abrazarme, en ese momento, todo mi cuerpo se llenó de cosquillas; con él todo dejó de importarme. Mi razón quedó en el olvido por unos segundos, guiándome por los latidos acelerados de mi corazón.
La noche nos atrapó en un sitio peculiar y especial de la ciudad, allí había una
fiesta y todos eran extraños para mí. Él los convirtió en conocidos, disfrutamos de ese
momento, sentados tan cerca uno del otro. Se acercó un poco más, con las
intenciones de terminar esa noche con un beso, no me alejé, quise lo
mismo, pero al aproximarse sus labios ellos temblaron, yo empecé a reír, fue
la única reacción que tuve. Esto nunca me había pasado, me dijo; acaricié su
rostro y me besó, y la noche se hizo mágica.
Su obsesión: mis labios y cabello largo. Mis fotos, esas cosas que no salen
fácilmente de la cabeza, eso decía, eso me hacía creer. Sus historias sin fin,
llenas de magia, de aventura, haciéndome ver la vida de otra manera, empecé a descubrir los pequeños detalles que poco se ven.
Después de aquel
día desapareció. Algún instante creí encontrarlo, pero supongo que fue mi imaginación. Dejó sembradas luces brillantes en mi alma y me demostró que el
amor llega por sorpresa. Él sólo fue un paso en el camino, una pausa, un receso. Sé que ese camino volverá bajo mis pies con otra compañía. No existen
arrepentimientos, ni lágrimas. Así es el azar, sin motivo, se cruzó en mi sendero, y de la
misma manera se fue. Me regaló un día fugaz, completo, lleno de alegría y magia, sólo una ilusión pasajera.