viernes, 4 de abril de 2014

Ilusión pasajera


Se acercó y acarició mi mejilla, la cual empezó a tomar un color rosáceo, con una mirada de absoluta felicidad, mientras mis manos temblaban, mis ojos no paraban de verlo con admiración, en la esquina de mi boca poco a poco apareció una sonrisa sólo para él. Lentamente sus dedos acariciaron mi cabello, que brillaba con la luz del sol de esa tarde. Cada risa era una melodía, él no quería perderse el final de esa canción.

Al llegar la noche el diluvio nos alcanzó, nos convertimos en dos niños riendo, disfrutando cada gota de lluvia como si fuera la primera vez que nos mojásemos, compramos una sombrilla que cubría nuestras intenciones difusas; él intentaba abrazarme confundido entre timidez y miedo, lo sentí al arrimarme a él. Pero cómo decirle que me gusta, cómo decirle que se quede, cómo decirle que me abrace, que no me suelte; cómo decirle que estoy confundida, que no sé si quedarme o correr, si tomar su mano o reír de nervios.

Mientras estuvimos caminando escuché su risa singular, al reír llevó sus manos a la boca; supuse lo hacía por nervios, me fijé en sus ojos sin quitarle la mirada, en donde busqué respuestas; su cabello castaño, su figura tan delgada que parecía llevárselo el viento. Tan misterioso y dulce a la vez. Colocó su brazo sobre mi hombro tratando de abrazarme, en ese momento, todo mi cuerpo se llenó de cosquillas; con él todo dejó de importarme. Mi razón quedó en el olvido por unos segundos, guiándome por los latidos acelerados de mi corazón.

La noche nos atrapó en un sitio peculiar y especial de la ciudad, allí había una fiesta y todos eran extraños para mí. Él los convirtió en conocidos, disfrutamos de ese momento, sentados tan cerca uno del otro. Se acercó un poco más, con las intenciones de terminar esa noche con un beso, no me alejé, quise lo mismo, pero al aproximarse sus labios ellos temblaron, yo empecé a reír, fue la única reacción que tuve. Esto nunca me había pasado, me dijo; acaricié su rostro y me besó, y la noche se hizo mágica.

Su obsesión: mis labios y cabello largo. Mis fotos, esas cosas que no salen fácilmente de la cabeza, eso decía, eso me hacía creer. Sus historias sin fin, llenas de magia, de aventura, haciéndome ver la vida de otra manera, empecé a descubrir los pequeños detalles que poco se ven.

Después de aquel día desapareció. Algún instante creí encontrarlo, pero supongo que fue mi imaginación. Dejó sembradas luces brillantes en mi alma y me demostró que el amor llega por sorpresa. Él sólo fue un paso en el camino, una pausa, un receso. Sé que ese camino volverá bajo mis pies con otra compañía. No existen arrepentimientos, ni lágrimas. Así es el azar, sin motivo, se cruzó en mi sendero,  y de la misma manera se fue. Me regaló un día fugaz, completo, lleno de alegría y magia, sólo una  ilusión pasajera.

jueves, 13 de marzo de 2014

Una historia no tan cuerda, pero siempre nuestra.


Dos extraños, dos almas libres, que desde el mismo día que se encontraron no se separaron.


Una cita a ciegas, cómo sería, cómo debía actuar, todo era tan confuso, nunca había hecho eso, aunque me invadía los nervios acudí, llegué y lo vi, no recuerdo los temas en nuestra conversación, sólo recuerdo aquel vino que ambos pedimos, me hacía reír a cada instante. Empecé a conocerlo mientras pasaban los días, es ahí, cuando me di cuenta que fue la mejor locura que había hecho en mi vida.

Esa noche, esa película, donde el final y comienzo fue un beso, tome su mano para que desde ese día no me soltara, con una sonrisa en mi rostro que desde ese momento empezó a pertenecerle, quería que se detuviera el tiempo para que su mirada nunca se apartara de mí.

Sus abrazos se convirtieron en mi refugio, en mi lugar preferido,  sus besos con sabor a vino que se tornaron en un vicio, no existían  promesas pero  si sentimientos.  

Cuando  espera por verme, alcanzo a observarlo y camino hacia él, los nervios me invaden y mi corazón empieza a latir sin control, como si fuera la primera vez que lo veo, pero él no lo sabe. Cuando acaricia mi cabello, me mira fijamente, finalizando  con un “te quiero”, lo beso y a la vez sonrío, como la persona más feliz de este mundo, necesitando sólo a él y su querer, los detalles de su rostro son algo sublime, como aquellas pinturas con magia que hipnotizan, no puedes dejar de verlas, siempre que las observes otra vez descubres algo nuevo y hermoso.


Su manera de hacerme reír, no importa si fue un mal día, mientras sonría al mirarme todo estará bien. Quisiera hablarles de su sonrisa, de esas pequeñas arrugas que se forman por alegrarse, que me deja sin palabras al verla, no permitiría que la borren, me siento afortunada por haberla descubierto, por ser parte de ella cada día. Y si lees esto: Aunque no recuerdes fechas, aunque el romanticismo no sea lo tuyo, estaré yo, recordándote cada detalle, cada fecha, cada aventura que vivamos, y cuanto te quiero, cada letra de esta historia que se sigue escribiendo te pertenece; ha sido un viaje sin rumbo pero paradisíaco, seguiremos caminando sin importar a donde, y continuaré junto a ti sin soltar tu mano. De esta manera empezamos a escribir una historia no tan cuerda, pero siempre nuestra…

jueves, 16 de enero de 2014

Mi Dulce Domingo

Amanece, lo observo dormir, acercando mi almohada hacia él para sentir su suave respiración, convenciéndome de que no es un sueño, si lo fuera, deseando que no acabe. Suspiro, cerrándose lentamente mis ojos. Poco después él empieza a rozar sus labios con los míos, sus labios un sabor tan dulce que no podía dejar de probarlos,  sus caricias  no paraban, sus besos en mi espalda estremecían mi cuerpo, mi piel volviéndose tan adictiva a la suya.

Abrí los ojos, quedándome hipnotizada en su mirada, como si en este mundo existiera tan sólo él y yo, viéndome reflejada en sus pupilas,  anhelando quedarme por siempre ahí. La luz del sol ilumina su rostro, permitiéndome contemplar ese verde con un toque de miel en sus ojos. En aquel cuarto donde cada minuto y segundo se convertían en una eternidad, perdiendo totalmente la noción del tiempo junto a él, contando cada lunar de su cuerpo.

Me decía repetitivamente lo hermosa que soy, sintiéndose de alguna manera afortunado por estar en aquel divino y mágico lugar junto a mí dijo él; pero no se daba cuenta que la afortunada era yo, por el amor que él me daba, reflejado en tantos caricias, no había necesidad de escuchar de su dulce boca cuanto me quería, pues su piel me lo contaba.

Me abrazó, le sonreí, luego me acerqué a él para decirle al oído un “te quiero” junto con un beso, agarré su mano fuertemente, después fuimos juntos a desayunar, para mí fue el desayuno más exquisito de este mundo por haberlo compartido con él.  Acabándose el día cerramos la puerta de esa habitación en donde mi mundo se convertía en un lugar mejor, donde lo mágico no se extinguía y la pasión tampoco, deseando que todos los días sean domingo, para que su amor sea el comienzo y el final de cada día. Él, mi dulce domingo.

domingo, 23 de junio de 2013

Un amor con puntos suspensivos

Yo andaba por las calles entre tanta gente, pero nadie podía darse cuenta lo que sucedía, era mi corazón, había un problema con él, no palpitaba como antes, sus cicatrices no sanaban, el tiempo no ayudaba, sentía que era una luz intermitente que ya no podría más y se apagaría.

Pero con el pasar de los días apareció alguien, que con sus palabras y esos pequeños detalles empezó a aliviar ese dolor, ese palpitar regresó, y las cicatrices se desvanecieron. Ninguno aceptaba esos sentimientos, apareció como un amor disfrazado de amistad, nuestros días eran llenos de risas, y gestos que para otras personas serían incoherencias y locuras, pero para nosotros era lo más divertido, aquel lenguaje que quizás sólo él y yo entendíamos,  esas caminatas sin importar a donde nos llevaría con conversaciones durante horas, sin aburrirnos de nosotros ni por un momento.

Y no fue una ilusión; cada beso, cada caricia, cada sonrisa fue real. Era un amor sin etiquetas, sin rumbo fijo, dejé de pensar y sólo sentí, dejé que sólo los momentos me guiaran. Ese amor que vivía era como una flor que iba floreciendo y que no sabría cuando se iba marchitar, un sueño del cual no quería despertar. Tanta perfección asustaba, pero sus abrazos y besos me tranquilizaban, creí cada palabra que dijo, cada sonrisa que me regaló y cada beso que me dio.

Con el tiempo las palabras ya no eran suficientes, necesitaba saber hacia donde iba esto, sabía cual era la pregunta pero tenía miedo de saber la respuesta o tal vez ya la sabía pero dolía aceptarla. Iba  enfrentar la situación pero antes de que esto ocurra, él se adelantó, escogiendo la opción de desaparecer sin razón alguna y sin decir un porqué, no saber de él producía en mi un vacío, cada minuto era eterno, necesitaba de él.

La agonía siguió hasta que decidió aparecer después de algunos meses, deseaba con cada pedazo de mi alma y mi ser verlo, saber de su vida, sólo ver su sonrisa y saber que todo estaría bien. Pero sentí que ya no era él mismo, no sé si él cambio, o ambos lo hicimos pero estábamos tan distantes en donde la distancia entre nosotros sólo era una pequeña mesa de centro, ya no me miraba como antes, pero el sentimiento seguía ahí intacto sin rasguños, como un pequeño cristal que aun brillaba.

No sé si fue destino, suerte, casualidad llamenlo como quieran, pero sólo sucedió sin planearlo;  lo vi con otra chica, sus gestos, sus caricias con ella eran las mismas que conmigo. Creo que el dolor es difícil de explicar, la decepción y la ira se adueñaron de mí, y en mi cabeza quedó impregnada esa imagen ,se repetía una y otra vez como una película trágica , mostró ante mí una cara de él que antes nunca vi, recordar las palabras que me decía eran balazos y puñaladas a mi corazón, pues ni eso basta para describir lo que sentí, no había hacia donde huir, era una pesadilla quería que me despierten y así fue desperté de ese sueño. En aquel espejo vi reflejado su rostro, ese espejo se rompió y ya no supe quien era..

Lo quise, luego le tuve cariño, después lo detesté, ese odio me consumía intenté olvidar pero luego ya no quise hacerlo, no quise olvidar a esa chica que fue feliz, ni esos efímeros momentos, que aunque fueran efímeros dejaron huellas, ni esos lugares que compartí con él. Tal vez sólo superar y recoger con el tiempo cada pedazo de ese cristal que se rompió, no se sabe si se volverá a unir, pero lo pienso descubrir. Cada lugar en donde estuvimos no iba a desaparecer siempre permanecerían en mi mente, pero poco a poco ya no dolería tanto, se convertirían en gotas de lluvia que de vez en cuando aparecerían.

Jamás existió un "adiós" ni tampoco un "quédate", él sólo siguió y yo también, no hubieron explicaciones ni razones, no tuvo final, tampoco sé si tuvo un comienzo lo único que sí se, es que sólo quedó en puntos suspensivos...